Ricardo Semler, Auttomatic, Vineet Nayar, Valve, Morning Star… son nombres y empresas que hoy transforman el mundo. No lo hacen apoyados en la mejor tecnología ni, tampoco, rodeados de los mayores genios del planeta. Lo que los ha hecho famosos y los ha convertido en casos de éxito, internacionalmente admirados, es una fe sin fisuras en el potencial humano: ese espacio que empieza en nosotros y que, gracias a Internet, alcanza hoy una dimensión global nunca antes imaginada.
Su causa, la de todos los que amamos el libre acceso al conocimiento, es también la de las organizaciones que todavía no han entendido o no han sabido desarrollar una forma de trabajar y unos modelos de negocio a la altura de nuestro siglo. A ellas se dirige La Caña de Albacete Innova, una iniciativa lanzada por un grupo de mentes curiosas, creativas y, en muchos sentidos revolucionarias, cuya actividad nos demuestra cómo compartiendo y aprendiendo de los demás podemos ser más fuertes haciendo lo que más nos gusta: innovar.
Es un honor, por ello, ser parte de esa semilla que crece a pasos agigantados en mi ciudad natal, en Albacete.
Aquí dejo la cita que resume mi pequeña aportación:
El 30 de septiembre comienza la nueva temporada de La Caña en ‘Ea! Teatro’.
Comparto, también, el resumen de la ponencia Cultura digital en las empresas del siglo XXI:
«Cuando decimos que nuestro éxito como empresa pasa por «poner a las personas en el centro» no estamos lanzando, sin más, un lema «happy flower» con el que adornar las paredes de la oficina y cautivar a clientes y empleados. Las organizaciones que hoy empiezan a despuntar, especialmente en el contexto digital, son aquellas que antes han comprendido que el rumbo de nuestro siglo no pasa ya por ofrecer en exclusiva buenos servicios a precios competitivos. Viene dado, ante todo, por una afán honesto y siempre ventajoso de potenciar y aprovechar lo mejor de nosotros mismos… aquello que, de hecho, nos hace especiales a profesionales, fans y consumidores: nuestros valores.
El mundo global e hiperconectado por el que avanzamos es, sin duda, mucho más exigente que el que heredamos. El superávit de información, la obsolescencia cada vez más temprana de nuestros conocimientos y herramientas, la aparición de nuevos hábitos de vida y de consumo y la aparente crisis del modelo productivo tradicional nos obligan hoy a generar modelos de negocio y estructuras de trabajo más flexibles, dinámicas y permeables. Y sólo la pasión, la colaboración, la autogestión, la transparencia, el liderazgo humano, el intraemprendimiento y la responsabilidad dentro y fuera de nuestras tiendas u oficinas parecen dar respuesta a lo que nos exige este nuevo tiempo: comportarnos no tanto como mercados, sino como lo que realmente somos. Es decir, personas«.
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